PULSO
Eduardo Meraz
Gracias a los naranjas, el mandatario palaciego quiere terminar su labor destructora de la separación de poderes, acabar con instituciones, agandallarse al máximo el dinero de los contribuyentes y darle vuelo a la investidura en eso de evadir la ley, sin haber podido demostrar por un instante capacidad para ser presidente.
Metichón hasta la médula, el habitante temporal de Palacio Nacional ha pretendido actuar como ampáyer, cuarto bat, pitcher, jardinero y hasta “bat boy”, con tal de satisfacer su megalomanía de “ser de todo y sin medida”, aunque para ello deje un país en ruinas y con ciudadanos confrontados entre sí.
Por eso no debe extrañar que durante su mandato los hombres más ricos de México hayan tenido márgenes de ganancia equivalentes o superiores a los del “pinche” neoliberalismo; que la corrupción oficial, haya alcanzado niveles de escándalo al amparo de “aportaciones” o “persuasiones”, y que haya impulsado la “privatización informal” de los servicios públicos.
Así la “minoría rapaz” ha incorporado a nuevos integrantes -la nueva comalada de millonarios-, derivado de los mal llamados programas sociales -ya hasta con rango constitucional-, en los cuales se sustenta el sofisma de “primero los pobres”, forzados a regresar tales dádivas, para comprar o pagar las obligaciones incumplidas del gobierno, en salud, educación, agua y un largo etcétera.
Y como no quiere sea de conocimiento público sus trapacerías y pactos no sanctos con la milicia, el crimen organizado y con mercenarios económicos de viejo y nuevo cuño, quiere imponer su “mundo ideal”, anulando la existencia de los organismos autónomos, que son el último eslabón para poder hablar de un Estado de derecho.
Como es improbable logre culminar esta pretensión y darse cuenta del hartazgo social, refuerza su papel de jefe de campaña de la “bastonera” Claudia Sheinbaum que, al ofrecer recetarnos la misma medicina -más bien purga- pierde adeptos conforme se aproxima el inicio oficial de las campañas proselitistas.
Además, es evidente que el ejecutivo mexicano sin nombre y sin palabra no está cómodo con el activismo de su principal socio comercial para combatir al crimen organizado, en especial en cuanto al tráfico de fentanilo, pues debilitaría los acuerdos “outsider” con algunos grupos delincuenciales y éstos le podrían dar la espalda en las elecciones de 2024.
Ese sería un escenario catastrófico para el cuatroteísmo, pues en una más de sus falsas salidas o escapes de la realidad, el presidente totalmente Palacio Nacional ya tiró la toalla en materia de seguridad pública, al convocar a la toda población a combatir delitos como la extorsión, el pago de derechos de piso, secuestro, trata de personas.
Con ello, ya podrá repartir culpas de su fracaso, pues de poco y nada le sirvió militarizar este rubro y haber triplicado al personal encargado de realizar estas labores; los delitos y los asesinatos se equiparan a los de una nación en guerra.
Parece improbable que el mandatario vaya a cambiar de opinión en los pocos meses que le quedan, pero no estaría de más que aceptará las recomendaciones de la precandidata de oposición, Xóchitl Gálvez, en el sentido de que el gobierno debe de tener:
El cerebro para diseñar una estrategia inteligente en seguridad; corazón para atender y proteger a las víctimas; carácter para aplicar la ley contra los criminales y no abandonar a los mexicanos a su suerte.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Siempre sí, el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Reyes Rodríguez Mondragón renunció. En tanto, la presidenta del Senado, Ana Lilia Rivera, afirmó que en la Cámara Alta “están pendientes de las iniciativas que el ejecutivo, para trabajar una reforma administrativa y desaparecer los órganos autónomos”.
Con los atentos saludos de Movimiento Ciudadano.
@Edumermo