Por Allan Cruz Hernández, experto en infraestructura y políticas públicas
Se prevé que el 70% de la población mundial residirá en ciudades para 2050. Entonces es esencial mantener conversaciones reflexivas sobre el desarrollo urbano.
Aunque las ciudades y las áreas metropolitanas impulsan el crecimiento económico y contribuyen con alrededor del 60 por ciento del PIB global, también representan alrededor del 70 por ciento de las emisiones globales de carbono y más del 60 por ciento del uso de recursos.
Entre los desafíos más apremiantes que enfrentan hoy las ciudades está la desigualdad es una gran preocupación. Más de mil millones de personas viven en barrios marginales y este número asciende. Los niveles de consumo de energía urbana y la contaminación también son preocupantes.
Ahora, las ciudades ocupan solo el 3% del planeta, pero suponen entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 70% de las emisiones de carbono.
Asimismo, muchas ciudades son también más vulnerables al cambio climático y los desastres naturales debido a su alta concentración de población y su ubicación, por eso es crucial promover la resiliencia urbana para evitar pérdidas humanas, sociales y económicas.
Todos estos problemas afectarán eventualmente a todas las personas del mundo. La desigualdad puede conducir a disturbios e inseguridad, la contaminación deteriora la salud de todas las personas y afecta a la productividad de los trabajadores y, por lo tanto a la economía. Los desastres naturales tienen el potencial de impactar la forma de vida.
Entonces, el costo de una mala planificación se puede ver en los enormes barrios marginales, las redes de tráfico, las emisiones de gases de efecto invernadero y los suburbios en expansión que se localizan por todo el mundo.
Los barrios marginales afectan al PIB y a una esperanza de vida cada vez más baja. Al elegir actuar de manera sostenible, elegimos construir ciudades donde todos los ciudadanos tengan una buena calidad de vida y formen parte de la dinámica productiva de la ciudad, lo que genera prosperidad compartida y estabilidad social sin dañar el medio ambiente.
El costo de las prácticas sostenibles resulta mínimo en comparación con los beneficios. Por ejemplo, crear una red de transporte público funcional implica unos beneficios enormes en términos de actividad económica, calidad de vida, medio ambiente y ventajas en general para una ciudad en red.
Ayudar a alcanzar esta meta implica tomar un interés activo en la gobernanza y gestión de tu ciudad. Cuanto mejor sean las condiciones que crees en tu comunidad, mayor será el impacto en la calidad de vida.