Por Ivette Estrada
Los viejos cuentos de espantos regresan una y otra vez a lo largo del tiempo. La amenaza de robots que sustituyen el trabajo humano son las quimeras de nuestro tiempo. Pero basta prender la luz para que las sombras desaparezcan.
A medida que la IA irrumpe en nuestro mundo, presenta muchas implicaciones para la sociedad en general en términos de privacidad, regulación y acceso a la información, sin mencionar las definiciones mismas de originalidad, autenticidad y arte.
Los nuevos modelos de lenguaje generativo de AI, como ChatGPT, transforman el panorama empresarial. Basta presionar un botón para crear contenido original, imitar estilos narrativos, parafrasear textos y, en algunos casos, diseñar una retórica convincente que pueda influir y motivar.
Por ello, la IA generativa representa una amenaza significativa para las profesiones de comunicación y relaciones públicas. En términos de producción diaria de contenido, como comunicados de prensa, anuncios corporativos y periodismo básico, ChatGPT y sus variantes pueden producir una copia convincente y precisa en una fracción del tiempo que le toma a un ser humano.
Muchas tareas de comunicación se subcontratarán a máquinas. Sin duda, esto creará crisis para el empleo y la seguridad financiera. Sin embargo, estamos muy lejos de entregar la comunicación organizacional y de liderazgo a una máquina, al menos por el momento.
Siempre se logrará revelar que es una máquina la emisora. Es posible delegar comunicaciones no significativas o relevantes, pero las labores de comunicación, persuasión y periodismo, por ejemplo, deben ser eminentemente más perceptivas, sinceras y reflexivas
En habilidades trascendentales como la comunicación y el arte, las máquinas no podrán emular la empatía, intuición, emotividad, cuidado y pasión que se desprenden de los seres humanos.
Quienes se empeñan en vaticinar el infortunio en el empleo por la infundada amenaza de ue las máquinas sustituirán a los humanos, desconocen las infinitas dimensiones de las personas para desarrollar un mensaje, los matices y contextos que no puede emular una máquina.
En el intercambio de ideas y opiniones la empatía tiene un rol crucial que no puede sustituir un algoritmo. Los marcos contextuales a los que alude el trabajo cerebral en las máquinas resultan inexistentes. La comunicación nace rota en la IA generativa. Emula, pero no es. Parece pero no es. Es un fingimiento y siempre la máquina se revela. Siempre lo hará.
Las implicaciones para quienes trabajamos de una u otra forma con palabras será que rescataremos las mejores interpretaciones contextuales, ahondaremos en los personajes implicados en la historia, nos comprometeremos con el vaivén emocional que personalmente nos toca. En suma: revelaremos una gran cauda de experiencias, conocimientos, empatía, negociación y contextualización exacta que la máquina podrá tratar de imitar, pero no lo logrará.
Se abre así una nueva era para la comunicación, las relaciones públicas y el arte. Es la de la rendición total por ser humanos, no parecerlo. Al autenticidad ahora nos marca.