Seis años después, en 1983, un técnico de mantenimiento de la clínica llamado Vicente Sotelo Alardín, desarmó el cabezal de la unidad y sacó de ella un cilindro con cobalto-60. La maniobra se llevó a cabo sin ninguna protección.
Debido a que el cilindro pesaba 100 kg, el técnico le pidió ayuda a un amigo para trasladar el material en una pequeña camioneta de carga ya que su objetivo era venderlo como «chatarra», por partes y transportarlo hasta Yonke Fénix, un negocio ubicado al sur de Ciudad Juárez.
No obstante, estos hombres no se percataron de que sus maniobras perforaron el artefacto radioactivo, que contenía 6,000 gránulos de cobalto-60. Estos quedaron esparcidos por la camioneta que utilizaron, el negocio al que lo vendieron, el conmutador telefónico del hospital y algunas calles de Ciudad Juárez.
El material vendido como «chatarra» se utilizó para fabricar 6,600 toneladas de varillas y 3,000 bases metálicas para mesas, que, por supuesto, estaban contaminadas. Las varillas radioactivas fueron comercializadas en 17 estados del país.
¿Cómo descubrieron el accidente nuclear en Ciudad Juárez?
El descubrimiento del accidente nuclear ocurrió por casualidad. El 16 de enero de 1984, autoridades estadounidenses avisaron al gobierno mexicano que habían detectado un camión de carga con ciertos niveles de radiación mientras circulaba cerca del Laboratorio Nacional de Los Álamos.
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A partir de entonces, los expertos investigaron poco a poco hasta dar con el origen del problema que detonó el conocido Chernóbil mexicano y descubrieron que el material del cilindro fue vendido a tres empresas que comercializaban materiales férreos en Monterrey, Gómez Palacio y San Luis Potosí.
En estas localidades se detectaron niveles de radiación, aunque no fueron los únicos sitios contaminados. También se halló material radioactivo en una carretera que une a Ciudad Juárez con Chihuahua.
¿Qué sucedió con las varillas radioactivas?
Aunque los responsables de la investigación aseguraron algunas varillas radioactivas y productos contaminados, no pudieron rastrear por completo cómo se dispersó todo el cobalto-60. Se dijo que de las de 17,600 construcciones inspeccionadas, 814 tuvieron que ser demolidas.
La camioneta en la que el cilindro fue transportado se descompuso y permaneció estacionada por semanas, hasta que fue llevada a una zona despoblada para evitar daños. Por otro lado, se estima que alrededor de 4 mil personas tuvieron algún grado de exposición. Aunque el 80% recibió dosis pequeñas de radiación, cinco personas sufrieron daños severos que impactaron su calidad de vida.
Vicente Sotelo Alardín, declaró que presentó malestares, aunque estos desaparecieron. Después del accidente, no se supo nada más de él. En cuanto a los trabajadores de Yonke Fénix, algunos presentaron marcas en sus extremidades, cansancio y náuseas. Cuatro trabajadores y el hijo de uno de ellos padecieron leucopenia.
A pesar de que en su momento no hubo registros de daños mortales, hasta la fecha, no se sabe con certeza cuál es el número exacto de las víctimas ni los padecimientos que sufrieron a largo plazo por el accidente, ya que no hubo seguimiento por parte de las autoridades sanitarias de aquella época.
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