PULSO
Eduardo Meraz
Los resultados de las elecciones en Coahuila y el estado de México dejaron varias lecciones, dos fundamentales para el futuro democrático de México: el inicio del fin de la partidocracia y el renacimiento de una sociedad lastimada pero exigente de sus derechos.
Si hubo o no componendas previas, como se ha especulado, no le restan validez a las hipótesis anteriores; por el contrario, refuerzan la urgencia de reformular el actual sistema de partidos para despojarlos de su manejo caciquil.
El triunfo amplio en Coahuila era el esperado ante el innegable control de los Moreira en la entidad, la pobreza en la presencia del abanderado morenista y las diferencias entre dirigentes y candidatos del PT y del Verde Ecologista.
Cantar la victoria y festinarla como el gran logro del priismo, independientemente de las cualidades del abanderado tricolor, es aceptar el uso de prácticas apartadas de la ética, como el chantaje.
En el caso del estado de México reveló con crudeza el abandono de la honestidad y honorabilidad de prácticamente todos los participantes, donde las reglas fueron arrojadas a la basura en cada etapa del proceso.
Desde los métodos para la elección de las candidaturas a la gubernatura, pasando por el comportamiento errático y convenenciero de las encuestadoras, antes y durante la jornada electoral, con la complacencia de las autoridades electorales; la utilización de recursos económicos y logísticos por encima de los permitidos.
De hecho, puede afirmarse que el triunfo de Morena y aliados en el estado de México debe considerarse como un «golpe electoral de Estado», que no tuvo nada de técnico, sino totalmente rudísimo, como gusta en Palacio Nacional.
Y las rudeza no provinieron únicamente del cuatroteísmo; también fueron aceptadas -por las buenas o las malas- por parte de la alianza opositora, al olvidar que son entidades de interés público, para convertirlas en interés grupal o de pandilla.
Es poco probable que aun cuando el proceso en el estado de México hubiese rechinado de limpio, el resultado hubiera sido distinto.
El propio Tribunal Electoral fue uno de los primeros y principales partícipes, al forzar la designación de candidaturas de género, tanto para Coahuila como para el estado de México, lo cual derivó en que no llegaran los aspirantes originalmente previstos.
Y después del pecado original, los deslices legales e ilegales se sucedieron con tal frecuencia y profundidad, que impidieron a todas las fuerzas políticas ver la emergencia de la sociedad civil, no sólo con la finalidad de defender instituciones, sino en búsqueda de espacios de participación política.
La forma en cómo se llevaron a cabo las elecciones este año, anticipan lo que puede suceder en 2024. Y tanto los partidos oficialistas como opositores han terminado por desdibujar principios, a cambio de pactos de impunidad y vida artificial, que más temprano que tarde habrá de agotarse.
Las manifestaciones de inconformidad social de los últimos meses contra la ilegalidad en el actuar del oficialismo, seguramente también invadirá los cotos de poder de los partidos de oposición, que ya no podrán quedar invocados, de cara a las elecciones federales del año entrante.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Los líderes del PAN, PRI y PRD ¿encontrarán suficientes justificaciones para el triunfo y la derrota? ¿Seguirá la alianza?
@Edumermo