Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.
Europa es líder en movilidad social, pero el progreso ahora se estanca. A la par, el nivel educativo se posiciona como un parámetro de movilidad, empleo, oportunidades e ingresos.
En la actualidad, más de un tercio de los europeos se enfrentan a importantes obstáculos, con un menor empleo, empleos menos productivos y un progreso profesional más lento que las personas de entornos socioeconómicos más altos. En última instancia, el futuro de estas personas está limitado por el pasado económico de sus padres. Tanto ellos como la sociedad sufren como consecuencia de ello.
Este es un desafío, y no solo para los gobiernos. Las empresas tienen un papel fundamental que desempeñar en el fomento de un lugar de trabajo más inclusivo, meritocrático y productivo.
También tienen mucho que ganar si la economía se dinamiza. En tanto, a medida que la población europea envejece, las empresas necesitan nuevas competencias y las reservas de empleados cualificados disponibles se vuelven rápidamente insuficientes.
Si Europa adquiriera una mayor movilidad social, tendría el potencial teórico de cerrar la brecha de capacidades para 2030. Esto sin nuevas formaciones o reciclaje profesional.
Ahora, el progreso educativo es uno de los factores más fidedigmos para medir la movilidad social.
Así, tener un padre con un alto nivel educativo triplica las probabilidades de que una persona reciba un nivel de educación similar en comparación con aquellos cuyos padres solo asistieron a escuelas primarias o secundarias inferiores o intermedias.
El primer grupo también tiene 15 veces menos probabilidades de terminar su educación a los 16 años o antes, respecto a las personas cuyos padres abandonaron la escuela a los 16 años o antes. Esto sugiere que las personas de bajos ingresos tienen menos acceso a la educación necesaria para calificar para empleos de alta calificación y altos ingresos.
Ahora, el nivel socioeconómico también se correlaciona significativamente con el rendimiento académico. Los estudiantes de niveles socioeconómicos bajos tienen en promedio seis veces más probabilidades de tener resultados de aprendizaje más bajos que sus pares del estrato alto.
Si bien el promedio varía según el país, cada país muestra una diferencia de al menos tres veces de aprendizaje relacionado con el nivel socioeconómico.
Los patrones de empleo, por su parte, revelan desafíos sistémicos adicionales para las personas con un estrato bajo. Su tasa de desempleo es mayor en relación a sus homólogos de alto nivel socioeconómico en aproximadamente cuatro puntos porcentuales.
Además, los trabajadores con un nivel socioeconómico bajo tienen más probabilidades de ser despedidos y, por ende, son menos propensos a dejar sus empleos para buscar oportunidades de educación o capacitación (generalmente asociadas con la progresión profesional) que quienes tienen niveles socioeconómicos altos.
La conexión entre el origen socioeconómico y las oportunidades económicas también es evidente en los niveles de cualificación laboral. Las personas de bajos estratos tienen casi tres veces más probabilidades de trabajar en puestos de baja cualificación que las personas con un nivel educativo similar de los sectores altos.
Del mismo modo, los trabajadores de bajo nivel socioeconómico que carecen de títulos universitarios tienen 3,4 veces menos probabilidades de ocupar puestos de trabajo de alta cualificación que sus homólogos de alto estrato con una educación equivalente.
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