Por Allan Cruz Hernández, experto en infraestructura y políticas públicas.
La inversión en infraestructuras ofreció a los inversores, durante mucho tiempo, inversiones de bajo mantenimiento con perfiles de riesgo predecibles y rendimientos sólidos y constantes. Así fue incluso en períodos caóticos.
Sin embargo, ahora se generan abruptos cambios con una inflación significativa, aumentos en las tasas de interés, mercados de valores en declive y una amenaza inminente de recesión.
Las revoluciones en energía, movilidad y digitalización introducen nuevas dinámicas en las inversiones en infraestructura existentes que parecían inmutables. Al mismo tiempo, las transformaciones económicas y sociales introducen nuevos tipos de inversiones que representan oportunidades para los inversores.
A medida que el sector de la inversión en infraestructuras madura en las últimas décadas, la clase de activos se ha ramificado en fondos.
Las inversiones super-core son las de menor riesgo, pero también menor rendimiento. Tradicionalmente, el supernúcleo, como se les conoce, incluye activos como servicios públicos con tarifas reguladas y poca variación de volumen, así como proyectos de asociación público-privada basados en la disponibilidad.
Las inversiones principales son de riesgo relativamente bajo y bajo rendimiento. Los activos tradicionales de esta categoría incluyen oleoductos no regulados y activos relacionados con el transporte con riesgo de demanda, como autopistas de peaje, autopistas y aeropuertos. Algunos activos que eran de poco interés para los inversores en infraestructuras hace unos años, como la tecnología de fibra óptica y las torres de telecomunicaciones, ahora se consideran infraestructuras básicas.
En cambio, las inversiones core-plus conllevan más riesgos y pueden ofrecer rendimientos cercanos a los de las inversiones de capital privado, del 15% o más. Estos activos imitan las características de las inversiones clásicas en infraestructuras, pero no se consideran universalmente parte de la clase de activos. El transporte de pescado, los pueblos de vacaciones y los crematorios son ejemplos de activos básicos.
En el pasado, los activos individuales a veces se movían hacia arriba o hacia abajo en el espectro de riesgo/rendimiento. Pero con los cambios en la energía, la movilidad y la digitalización, es necesario reevaluar más activos y puede haber grandes cambios desde el súper núcleo hasta el núcleo plus.
Se produce ahora una reorganización drástica porque los activos que antes se consideraban inmutablemente estables, como los gasoductos, ahora están expuestos a un riesgo significativo de transición energética, por ejemplo.
Entre los ejemplos de migraciones recientes de subclases de activos se incluyen redes de gas que transportan hidrocarburos de metano, áreas de servicio de autopistas (MSA) que distribuyen combustible para motores de combustión, activos de infraestructura digital (como torres de telefonía móvil y redes de fibra), así como las redes eléctricas.
Entonces los inversores deben ser conscientes de un cambio radical más amplio en el perfil de riesgo/rentabilidad en toda la clase de activos.
Sin embargo, hoy en día hay relativamente pocos activos que prometan los rendimientos constantes a los que los inversores en infraestructuras se acostumbraron en las últimas décadas, lo que ha llevado a los inversores a reducir sus expectativas de rendimientos futuros.
Para gestionar la nueva dinámica introducida por la transición energética y otros cambios estructurales, los inversores deben ir más allá del enfoque histórico de suscripción que se centraba casi exclusivamente en evaluaciones técnicas y modelos financieros relativamente estáticos. Hoy es necesario superponer otros factores para una comprensión completa.