Las típicas posadas mexicanas, que se empiezan a celebrar nueve días antes de Nochebuena y reúnen a amistades y familia, afrontan el alza de precios debido a la inflación, con una tasa anual del 4,3 %, y el reto de atraer a la juventud.
Donde más se nota la llegada de estas fechas es en el Mercado de Jamaica, ubicado en la colonia (barrio) homónima al norte de la Ciudad de México, donde los comerciantes cambiaron algunos de sus productos habituales por camarones, romerito o piñatas.
Entrevistados por EFE, tanto mercaderes como clientes exponen los retos que, en su opinión, afrontan las posadas navideñas.
Armando Tejas, que regenta un comercio junto a su mujer, habitualmente vende tepache, una bebida fermentada originaria de México hecha a base de piña, pero cuando se acerca la Navidad lo cambia por piñatas artesanales, un elemento esencial en cualquier posada.
«Este año, se subió la piñata enormemente. La de tamaño estándar, el año pasado estuvo en 80 pesos mexicanos (unos 5 dólares) y ahorita está en 120 (7 dólares)», relata.
Tejas puntualiza que este aumento ya existía antes, pero el deseo de reencontrarse con la familia y las amistades posterior a la pandemia evitaron que se convirtiese en una bajada de las compras.
En contraposición, Sol Alanís, productora también artesanal de piñatas con más de 20 años de experiencia, cree que «es poco lo que se ha elevado» el precio, aunque nota un ligero descenso de las ventas con respecto a temporadas anteriores.
«Me imagino que fue por la covid. Dos años atrás, el auge fue más porque la gente estuvo encerrada, empezó a salir y la venta subió más y ahorita como que ya no está tanto en alto», argumenta mientras construye una piñata estándar, el formato «más comercial».
En el otro lado del escaparate, Martha Baeza, que compra todo lo necesario para celebrar una posada con su familia, sí nota en su bolsillo unos precios generalmente más caros, aunque «todo se compra» para poder celebrar una tradición tan arraigada.
«A los mexicanos siempre nos gusta estar de fiesta, entonces aunque los precios estén más caros buscamos hacer la fiesta», añade Juan Leal, que acude al mercado a comprar «por tradición».
En esta misma línea se manifiesta Javier, que ofrece el romerito para cocinar este platillo esencial en toda posada: «Con respecto a lo que vendemos, no he notado tanto (un incremento de los precios) porque esto varía por los climas y, como no ha caído hielo, se ha mantenido así».
¿Son fiestas para la juventud?
Distintos comerciantes han notado como las ventas de sus productos van cayendo a medida que llegan nuevas generaciones, puesto que creen que la juventud ya no celebra las posadas de la misma manera que sus antecesores.
Esta tradición llegó tras la conquista española y representa la travesía de la Virgen María y José para encontrar hospedaje, aunque actualmente muchas posadas han dejado de lado su cariz religioso para ser un encuentro más entre familiares y amistades.
Catalina Bernal, vendedora de mole y camarones, está convencida de que la gente joven «no prepara tanto para reunirse».
Es algo que comparte Verónica, dependienta de un puesto de velas y folletos con letanías: «Se están perdiendo las tradiciones que la gente adulta está acostumbrada a realizar, como que no es con el mismo fervor».
La juventud, en cambio, no lo ve así; si bien son conscientes de los cambios de hábitos, se siguen sintiendo apelados por la tradición y sus rituales.
«Todo es un ciclo y las tradiciones creo que regresan. Hay gente joven que se inspira en lo que hicieron sus padres o sus tíos», afirma el joven Pichi, que carga una piñata que llevará al trabajo.
Mila, que está comprando regalos junto a sus primos para una posada familiar, asegura riendo que quien la organiza son miembros «relativamente jóvenes» de la familia, por lo que opina que el gusto por las tradiciones «depende de la persona».
Finalmente, Pichi lanza un mensaje para quienes eligieron quedarse en casa y no celebrar una posada: «No nos quita nada voltear un poquito para atrás, que se comparta y que siga vivo».