La admirable labor de Socorrito Romero Sánchez en Tehuacán jamás conoció límites.
Su labor social no se limitó a ayudar a los pobres y a muchas fundaciones nacionales, también alimentó a los reclusos en el penal local de Tehuacán. La Señorita cocinaba, con todo el amor y esmero del mundo, los alimentos que compartiría con los presos.
Una vez cocinados, la Señorita asistía al penal a servirles ella misma los alimentos. Esta labor la realizaba semana a semana, hasta que su salud se lo permitió.
Los integrantes del Centro de Readaptación Social también recuerdan a la Señorita con mucha admiración y agradecimiento. Algunos refieren que Socorrito era una mujer seria y amable, que emitía una gran paz interior. Socorrito compartía un poco de esperanza y luz con quienes vivían el infierno de la reclusión.
Sin duda, contadas personas pueden presumir de tal sencillez, y quienes pueden hacerlo, jamás harán alarde de su bondad. Por eso es indispensable que aún después de muerta se reconozca la gran labor de esta encomiende mujer.
Las buenas acciones hablan por sí mismas. La hija predilecta de Tehuacán ha sido manchada por familiares advenedizos de la peor calaña. Pero su labor altruista dejó una huella imborrable en México. Mujeres como ella, lamentablemente muy pocas.